Nacida en Marsella, la escultora francesa Evelyne Galinski comenzó a esculpir bastante tarde. Su inspiración: meditación, silencio, zen, artes corporales, autoconocimiento y relación con los demás. En busca de su propia historia, Evelyne Galinski se busca a sí misma en arcilla. Habla de un pueblo, ancestral o nuevo.
Su gente no tiene raza porque cuando se mezcla, exuda la luz blanca que contiene todos los colores.
Además, la ambigüedad masculino-femenino de sus figuras lleva al corazón y a los ojos a considerar el ser más allá de su forma. Más allá de su propia búsqueda, todo se funde en la suavidad, permitiendo a cada uno la libertad de ver y ser lo que desea.
Las esculturas de Evelyne Galinski no dejan indiferente. Para algunos, reflejan la finitud humana y la muerte imposible de domar. Para otros, son el fruto de una búsqueda espiritual, donde los cuerpos parecen buscar el éxtasis en una levitación hacia un destino desconocido.
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